Ha terminado el partido en Lima. Ha empatado Perú. Con una selección de Bolivia atrevida, temeraria, con llegada al área rival y que pudo hacernos daño en dos ocasiones, en realidad las dos únicas claras que tuvo las supo aprovechar.
Ha empezado el partido en el viejo y querido coloso de José Díaz (que ahora ha sido remodelado). Minuto 5 de juego, la gente recién empieza a acomodarse en las tribunas; gol de Bolivia. La gente queda desconcertada. Fue un gol tempranero, madrugador; como suelen decir: un baldazo de agua fría. Una desconcentración de Balbín y Revoredo ocasionó este desenlace tempranamente, apenas a los 5 minutos de iniciado el duelo.Perú sale con todo a buscar el empate, se nota la presencia de Pizarro (el capitán), las maniobras de Farfán; justamente de los pies de este último nacería la jugada del empate. Un centro de la ¨Foquita¨ obligaría a una mala salida del arquero boliviano Galarza, y ahí aparecería nada menos que Rinaldo Cruzado, la nueva adquisición del Chievo Verona para pegarle un disparo espectacular desde 25 metros que deja sin chance al guardameta de Bolivia.
36 minutos de juego. Gol peruano, golazo de Cruzado. La gente explota en el Estadio Nacional, aquel viejo coloso que presenció tantos partidos importantes y fue testigo de las mejores selecciones peruanas de otros tiempos. Podría decir muchas cosas de este mítico escenario, pero vamos al tema del cual me ocupo.
El primer tiempo acabaría con empata a uno, pero lo que la hinchada no sabía era que en el complemento Perú saldría con todo al ataque para buscar la diferencia, pero al hacer eso descuidaría su defensa. Con los cambios y las entradas de Aldo Corzo, Luis Trujillo y Ballón, Perú ganaría más ofensiva , pero vería disminuida su defensa. Con la presión de la hinchada y los nervios por jugar después de varios años en el Nacional salieron a buscar el gol que les dé la victoria, pero en un contragolpe boliviano Cardozo elude a Ballón y Vílchez y define ante Butrón. Minuto 69, gol de Bolivia, otra vez enmudecía el Estadio. Tuvieron que pasar 12 minutos para que el esforzado Pizarro invente una falta dentro del área (que tal vez existió) y cobren penal a favor de Perú. Otra vez volvía la alegría a las tribunas. Sólo había un hombre indicado para patear el penal: el mismo Claudio Pizarro, aquel que por mucho tiempo estuvo peleado con la hinchada, por su deuda de goles con la Selección o porque a veces le reclamaban su falta de entrega y amor a la camiseta. Minuto 81, Claudio se para frente al balón; en ese instante pasó por mi mente que la fatalidad podía devenir en el delantero de Werder Bremen. Pensé que lo fallaba, pero con toda la experiencia y aplomo que le dan sus 34 años definió con frialdad.
Gol peruano y adentro! Un grito de alivio, de desahogo porque no se perdió y los muchachos dejaron todo en la cancha.
Entonces quedará en la historia que aquel día Claudio se reconcilió con la hinchada, porque fue ovacionado, ahora nada se le puede reclamar a futbolistas otrora cuestionados. En anteriores procesos quizás sí, pero ahora no. Porque se vio que tanto Pizarro como Farfán jugaron al límite (hasta se tiraban para ganar una pelota) y dejaron todo en la cancha.
Debo confesar que a este texto le falta un párrafo, el cual por razones de tiempo, muy a mi pesar, no podré publicar, pero prometo que luego lo continuaré. Hasta la próxima.
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